jueves, 24 de enero de 2008

"Comer", una palabra con múltiples sentidos.

Comer es un acto cotidiano, indispensable. Es una palabra que designa algo que parece no ofrecer dificultades para comprender su sentido. Paradójicamente “comer” se vincula hoy tanto con la supervivencia -al aportar los nutrientes indispensables para la vida- como con las causas de las enfermedades responsables de la mayor mortalidad en el mundo. Por carencia o por defecto, comer es algo que tiene una relación íntima con la vida.

Comer es también –y tal vez principalmente- un acto cultural, una escena social, un hecho cargado de significados que su descripción nutricional no agota. Comer es una ceremonia, una expresión privilegiada de los gustos, las censuras y las posibilidades de un grupo social. Es, para algunos una celebración, para otros una condena o una adicción y, lamentablemente para muchos, una expresión más de la inequidad y el desamparo en que sus existencias se encuentran sumergidas. Es una señal de pertenencia a un grupo o a una clase. Es una fuente a nutrientes pero también de placer. Es una necesidad biológica pero también una necesidad hedónica.

Podemos preguntarnos muchas cosas acerca de lo que parecía tan evidente y sencillo. Podemos hacer de lo naturalizado por el contacto diario un hecho extraño, cargado de dimensiones en las que no reparamos, de significaciones y símbolos que su sustancia cargada de sabores, olores y texturas trasmite en cada bocado que nos llevamos a la boca.

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